Suben a más de 1.000 las víctimas

Mandalay, Myanmar.- El suelo tembló con una fuerza que alteró el ritmo de miles de vidas, y desde entonces, la desesperación se ha convertido en el único sonido entre los escombros. Más de 1,000 personas han perdido la vida tras el potente sismo de magnitud 7.7 que estremeció Myanmar el pasado viernes, según informes oficiales que confirman el impacto devastador del fenómeno natural.

Varios voluntarios buscan sobrevivientes cerca de un edificio dañado, en Naypyitaw (Myanmar). Miles de ciudadanos continúan heridos, y los esfuerzos de rescate se intensifican con cada hora que pasa. En Mandalay, segunda ciudad más poblada del país, los equipos de emergencia trabajan a contrarreloj con recursos limitados, mientras las escenas de supervivencia emergen entre los restos de lo que antes eran hogares, templos y escuelas.

Los equipos de rescate trabajan para encontrar a los atrapados en el colapso de un rascacielos en construcción, en Bangkok. “Estamos sacando a la gente con nuestras propias manos”, declaró con voz quebrada un rescatista local a la cadena BBC, dejando al descubierto el drama humano que se vive en el terreno.

El movimiento telúrico también fue percibido en países vecinos como Tailandia, donde se activaron sistemas de prevención, aunque sin consecuencias de gran magnitud. La amplitud del sismo dejó en evidencia la fragilidad estructural de varias zonas del sudeste asiático, que ahora enfrentan una tarea titánica de reconstrucción y asistencia.

Frente a la magnitud de la tragedia, los líderes militares de Myanmar han realizado un inusual llamado de ayuda internacional, abriendo por primera vez en meses una puerta a la cooperación extranjera. China e India fueron los primeros en responder, desplegando misiones de asistencia humanitaria con suministros médicos, alimentos y personal capacitado.

Desde hoy, brigadas extranjeras trabajan junto a voluntarios locales en los puntos más críticos de la zona afectada, donde las posibilidades de encontrar personas con vida bajo los escombros se reducen con el paso de las horas. Mientras tanto, hospitales improvisados se levantan en plazas y calles despejadas, ante la saturación de los centros de salud convencionales.

El sismo ha alterado la vida de millones en Myanmar, un país ya golpeado por la inestabilidad política y el aislamiento internacional. Ahora, la atención se centra en garantizar asistencia urgente, restaurar servicios básicos y evitar una crisis mayor derivada de la falta de agua potable, electricidad y medicinas.

 

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